Como embudos de curiosidad activan la imaginación durante el corto periodo de tiempo que duran los dos pasos que se dan frente a desvencijadas puertas de las que tan solo se perciben algunos detalles en una rápida mirada por el rabillo del ojo.
Tal vez a la espera de que entre la llave que abre el secreto de antiguas maneras de vivir, tal vez basta un pequeño empujón con la punta de los dedos para comprobar que tan solo son lo que aparentan.
No hay timbre, no hay cámara que te mira, no hay interfono que pregunte con voz casi metálica. Tan solo el capricho de imaginar lo que puede verse tras el ojo de una cerradura.
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