Algunas veces sin saber porqué regresan a uno sensaciones, olores, recuerdos y de pronto huele a aceite y almazara, a oliva y olivo.
Olor penetrante y persistente que se aprecia si no vives allí. De día todo luz, albero y geranios, calor y sosiego en la siesta, frescor bajo un toldo que aguarda tras el zaguán.
Una calurosa noche de San Juan subí a la terraza de la casa prestada con cariño, para ver el cielo estrellado y oír el bullicio festivo de las calles Egabrenses. Pasé largo rato sintiendo el placer de la noche cordobesa. Entre el ruido de la gente, al son de “la canción del verano” mi mente hecho a volar, respirando las estrellas, disfrutando la brisa de la noche despreocupada. Cayendo estaba en el desanimo y la melancólica añoranza de una presencia, cuando entre las estrellas y yo mismo, un búho cruzó majestuoso todo mi campo de visón, de este a oeste y lo seguí entre las sombras con la mirada hasta que se perdió en la oscuridad de los olivares, alcé la mirada al tiempo que una fugaz caía lentamente como anuncio de una nueva etapa. Desear la magia, no pedir nada.
No hay comentarios:
Publicar un comentario