Desescombrando andábamos, acarreando sacos de fragmentados yesones y polvo por aquella escalera que de vieja no soportó el peso. Cansado me senté sobre el trabajo y para aliviar el sudor recosté mi espalda en la pared seca y fresca de cal y canto, apoyé la cabeza y mirando hacia arriba, las vi. Sin más. Cada cual construye hogar a su manera y el adobe es su material, pensé. Miraban desde arriba el trajín, dejaban sus miedos fuera, junto a lo estridente de sus cantares de por la mañana. A medio día, silencio y reposo a la sombra, por las tardes, volar alto.
Y llegado el momento se fueron sin hacer ruido, como por arte de magia, sin más equipaje que el que trajeron, llevándose el calor del verano y dejando un vacío en el hueco de la vieja escalera.
Sin duda regresarán, cuando nadie parezca esperarlas.
Buen viaje!!
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