Dicen que los ojos no son ojos porque tú los veas sino porque ellos te ven a ti.
Sin embargo los ojos de los gatos lo son con mayúsculas, incluso en la noche. Al mirarlos cuando menos atraen la atención de forma casi magnética. Admirable precisión óptica que no puedo dejar de mirar.
Ojos que fueron vistos por una mirada femenina, viva, de simpatía cotidiana se me antojó.
Sin reparos se llevó el pequeño cuadro cuya historia es también pequeña aunque de tranquilidad intensa.
Pasó varios meses oculto de la luz en un rincón del taller que se llenaba de claridad por las tardes.
Lo colgué en el oscuro salón, oscuro pero cálido en invierno, allí estuvo pasando casi desapercibido hasta el momento agudo de la mudanza en ultimo termino.
Al guardarlo en su embalaje lo redescubrí y el azar hizo que “saliese al mercado” y su suerte lo llevó a lo que me gustaría fuese su lugar definitivo.
Con poco más irá construyendo lo que reste de su historia reflejada en otras miradas.
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